DESARROLLO LOCAL COMO BASE PARA

LA JUSTICIA SOCIAL

Lic. Oscar Acosta

 

Entre las responsabilidades que se desprenden, de la naturaleza del hombre como ser social, surge la de pensar en el marco del escenario mundial para contribuir a elevar la calidad de vida del conjunto de la población y consolidar la democracia.

Esta tarea es particularmente crítica y urgente en momentos como los actúales, signados por el estancamiento, la concentración de la riqueza, el aumento de la pobreza y la exclusión, y la perdida de la capacidad de decidir nuestro propio destino dentro del orden mundial contemporáneo.

En cumplimiento de esa responsabilidad ineludible, en el ámbito de la participación ciudadana, se convoca a la reflexión común para aportar a un diagnóstico acerca de la naturaleza de los problemas centrales de la economía y política social y comenzar a formular propuestas que permitan resolver la crisis y movilizar el formidable potencial con que se cuenta.

Este debate y las contribuciones que lo sustentan son un aporte a una tarea continua y permanente, que debe realizarse en el ámbito de libertad y pluralismo inherente a la esencia misma de los espacios comunitarios. Es en tal sentido que tienen aquí cabida disidencias y aun desacuerdos, sobre la base del espíritu de trabajo en común que los anima.

Al plantear la idea del Desarrollo como base para la Justicia Social, se centra el análisis en la afirmación de que el desarrollo local es la expresión más inmediata de la justa redistribución de los bienes tendiente a logra un espacio de equidad, por ello se ha de comprender primero el concepto de sociedad que rige:

            Premisa de la comprensión social: las actuales condiciones económicas, sociales y políticas que configuran los campos de interacción comunitaria son el resultado de macro procesos globalizadores que no responden a la lógica plena de los tiempos de desarrollo de cada uno de los universos poblacionales que pugnan en la construcción del espacio social.

Lo primero y por ende la sustentabilidad de la premisa antes mencionada se inscribe en lo que se postula como el “Tren del Desarrollo”[1] entendiendo la dinámica del mismo como un camino solo de ida donde no se reconocen esperas en el recorrido. Así entonces las posibilidades de crecimiento se ven obstaculizadas o, en el mejor de los casos, son condicionadas a perspectivas comparativas que mucho distan de indicadores particulares, por lo que se observa que la brecha de identificación con el cambio en los sujetos se vuelve traumática o por el contrario es rechazada y las pseudo-transformaciones solo se encuentran como piezas de museo para la observación sin aprovechamiento cierto.

En el mismo sentido de la capacidad de desarrollo se inscribe el hecho de las motivaciones del cambio, y en una visión reduccionista, la satisfacción de necesidades de los sujetos que integran las movilizaciones societarias en su conjunto. Sabiendo entonces que las innovaciones responden a perspectivas o presiones ajenas al interior de los núcleos comunitarios por lo que la dinámica de crecimiento es inversa al razonamiento sinérgico de consolidación de los cimientos en consonancia con los atributos que en ellos se apoyan.

En segundo término el desconocimiento de las particularidades, que definen los espacios, da lugar a una identificación global que en su movimiento solo aglutina perdiendo la riqueza de la diversidad, por otro lado esta integración de partes sin mediar una instancia reflexiva persigue la solo meta de conciencias colectivas funcionales a la legitimación de prácticas de favoritismo.

En esencia la práctica global destruye en los sujetos, tanto particular como comunitarios, sus identidades[2]. La identidad da las posibilidades de superación pero a su vez configura a los hombres al arraigo en su máxima expresión posibilitando la identificación territorial pero por sobre todo la identificación por medio de las ideas que legitiman o no las acciones puestas al servicio de tal o cual interés.

La práctica social en si misma redefine en una constante la dimensión periférica de las identidades, entendiendo periférica como la consecuencia de la esencia, es decir la acción como resultado de una motivación o intuición interna.

La tercera variable es la construcción de los espacios sociales desde las matrices de aprendizaje[3] que en su proyección dan lugar a universos simbólicos de legitimación y fundamento de las mismas.

Un espacio social se construye desde intereses particulares puestos al servicio comunitario sabiendo que los mismos son el resultado de un proceso de aprendizaje que se configura desde los procesos socializadores primarios y secundarios. En términos de matrices de aprendizaje se inscriben las concepciones de aprehender la realidad y hacer de ella el recorte necesario según convenga a los fines previstos. La dimensión comunitaria en si misma se vuelve esencia de la construcción social por cuanto los hombres no se conciben en estado natural solitarios, sino que son filosóficas y sociológicamente seres sociales desde la necesidad.

Al hablar del espacio social hablamos de campos problemáticos que necesitan comprender sus dinámicas por lo que se recurre a una serie de universos simbólicos que se inscriben en la denominada cultura popular que no es otra cosa más que formas particulares construidas desde el inconsciente de las prácticas y que de ahora en adelante son parámetros legitimados por lo que su trasgresión es sancionada o directamente no encuentra impacto previsible de la acción.

Es en este campo social donde se dirime el concepto de Desarrollo Local como herramienta válida para la redistribución de la riqueza y la justicia social.

Planteada la premisa, y sus correspondientes términos de comprensión, surge la necesidad de dar un marco de referencia a dos cuestiones básicas para la integración plena del concepto de campo social: necesidad y cultura popular.

NECESIDAD: A través de toda la Biblia la pobreza presenta un doble aspecto, aparentemente antitético: por un lado es un hecho escandaloso, que se estigmatiza severamente; pero por otro constituye una especie de estado religioso hasta confundirse la palabra pobre con la de piadoso. Para obtener un conocimiento exacto de la pobreza, según el valor específico que le da la Biblia, hay que tener siempre en cuenta esta doble pista, pero no hay que considerarlas por separado o de una manera alternativa, sino juntas y unidas en una tensión dialéctica. Esta es la clave de una autentica teología de la pobreza, de honda raigambre bíblica, que podrá disipar tantas aberraciones que en torno a este indudable valor de la mística cristiana se han producido a lo largo de dos milenios de nuestra historia; por ello es que  la lectura de la necesidad también nos centra en dos ejes de análisis, el primero que es concebir la necesidad como carencia y el segundo la  pensar la necesidad como potencia.

La necesidad como carencia es solo pensar en las inhibiciones para producir el cambio y de este modo considerar que los sujetos necesitados son faltos de elementos para su superación ya sea en el plano básico como así también de la reproducción social. Al limitar el concepto de necesidad por contrapartida se refuerza el sentido de asistencia que se traduce en el ejercicio de la misma en asistencialismo reforzando a su vez prácticas clientelares y de prebendas, convirtiendo a los sujetos- sujetos en sujetos objetos[4]. Mucho se dista aquí de acuñar un concepto de Justicia Social e igualdad de acceso a los bienes y servicios. En esta dimensión por lo tanto se desconoce que la persona sea capaz de ser productora eficaz de un cambio sustentable y perdurable. Los beneficios de esta consideración solo son redituables a un sector involucrado en el ejercicio del poder concibiendo lo antes planteado como funcional a la reproducción de una práctica de la circulación del poder con un anquisolamiento en la función. En el otro vértice los hombres solo anulan el sentir crítico produciendo una naturalización del ejercicio pleno de la autoridad incapacitando la movilización de las masas.

Al referir a la segunda lectura de la necesidad, que se remite a ella como potencialidad, da cuenta que se puede trabajar desde la motivación plena de los sujetos convirtiendo a la carencia en el motor de la acción por la superación misma. El fin a lograr con ello es cultivar la conciencia crítica no por el ejercicio mismo de ella sino por la capacidad plena de ejercer el derecho de conciencia individual y colectiva recurriendo a poder exigir, focalizando la atención de las partes en la asistencia efectiva, desprendida de la obligación plena de darla y del derecho de exigirla.

El hombre en su esencia es ser de trascendencia que lo hace pleno participe de los bienes terrenales generando a su interior un ejercicio indeleble de Justicia.

El concebir esta dimensión de la necesidad es relacionarla directamente con el proceso educativo el que sin duda es intentar transmitir no las críticas de los agentes educadores a los ciudadanos y enmascarar esto como el nacimiento del pensamiento crítico, sino más bien repensar la estrategia de denominación de quienes detentan el poder. Fomentar el pensamiento crítico y canalizarlo adecuadamente traerá como consecuencia la relación efectiva de quien no solo se presenta como quien les otorga la posibilidad de comer todos los días sino que además defenderán hasta las últimas consecuencias a quien les posibilita ejercitar uno de los valores más relevantes en la vida del ser humano, la libertad.

“Lo grave es imposibilitarlo de ejercer las potencias de la libertad y la inteligencia para en grado justo ser constructores de la historia”[5].

CULTURA POPULAR: El abordaje comunitario constituye uno de los campos problemáticos que obliga a una mirada pluridimensional ya que constituye una compleja trama de relaciones caracterizada por la heterogeneidad de actores y todo lo que ellos configuran.

Este espacio poblacional es susceptible de interpretación en la medida de las no valoraciones, sino más bien en la perspectiva de su cultura y su cotidianeidad. El ámbito de la cultura popular como elemento constitutivo del mismo es sin lugar a dudas la forma de consolidación de un orden e imaginario determinado y que determina; es la cultura popular el espacio de lo individual y lo masivo; lo tradicional y lo moderno, es la perspectiva y los intereses de la supervivencia diaria; es el lugar de la producción y reproducción discursiva.

La concepción de cultura popular es repensar la dimensión espacial y social de cada uno de los sujetos inmersos en ella, el territorio es el espacio de la personalización con revalorización de la identidad. En la realidad del hoy determinado por un ayer y proyectado en un mañana el proceso globalizador no es ajeno al micro espacio de la cultura popular; en la tendencia de iguales de la mundialización lo popular aparece reivindicando lo heterogéneo y la riqueza que ello implica, pese a ello pareciera estar suspendida en el aire las polarizaciones de la cultura en términos de individualismos por un lado e iguales universales por el otro, en disonancia con la cultura de la proximidad.

Avanzando en esta idea comunitaria que no desconoce los fenómenos mundiales de la exclusión, la pobreza extrema, la marginalidad, la violencia y la fragmentación –que actúan como obstáculos para la acción colectiva- se ponen en marcha mecanismos de acción que posibilitan la proyección de las comunidades en el tiempo; acciones donde el impulso es exógeno al grupo, aquí podrían pensar el rol de los Agentes Sociales desde la instancia de educadores sociales, “como agente catalizador que congrega a una pluralidad de sujetos para emprender una acción de interés común”[6].

Estas situaciones obstáculos dan mayor probabilidad de escenarios de representación fragmentados, organizaciones inestables e individualistas teñidas de gran desconfianza, a lo que se agrava la falta de legitimación por la no- productividad de las mismas.

A modo de síntesis se precisan algunos ítem:

·         La cultura popular como elemento constitutivo del espacio poblacional.

·         La polarización identataria planteada por el proceso de globalización.

·         La intervención de agentes externos para movilizar la acción comunitaria.

·         La pobreza y demás como obstáculos para la reproducción de los colectivos comunitarios.

El término cultura se entiende como: “forma de vida característica de un sector o grupo dentro de una formación social históricamente determinada, como producción de significaciones en función de las cuales se interpretan las experiencias y la comunicación de los diversos sucesos que constituyen la vida” [7].

Desarrollo Económico y Justicia Social

 

En la Cumbre Mundial de Copenhague –1995- se afirmaba como tema central: establecer un modelo de desarrollo social centrado en la gente para que nos guíe, tanto hoy como en el futuro, en la construcción de una cultura de cooperación y solidaridad para responder a las necesidades más inmediatas de los más afectados”. 

La teoría y la experiencia histórica y contemporánea de las economías y políticas sociales revelan que el desarrollo económico y la elevación de la calidad de vida requieren el cumplimiento de un conjunto de condiciones:

1.      Estabilidad institucional y política.

2.      Aumento del empleo e incorporación de la fuerza de trabajo al proceso de crecimiento como requisito de integración del tejido social.

3.      Funcionamiento eficiente y competitivo de los mercados de bienes y servicios, financieros y reales.

4.      Competitividad de la producción local.

5.      Desarrollo de las concepciones arraigadas en la realidad y orientadas a dar respuestas a los desafíos y oportunidades.

6.      Presencia de un Estado que asegure el desarrollo, la integración social, la equidad distributiva y el bienestar.

La experiencia histórica y contemporánea es categórica, solo tienen éxito los que participan activamente frente a los procesos micro y macro contextuales manteniendo el comando de su propio destino.

El binomio Desarrollo Económico y Justicia Social se consolida en prácticas de crecimiento que tengan como centro al hombre. “Es preciso reafirmar un humanismo centrado en los hombres, que el desarrollo se refiera a los hombres y no a los objetos”[8].

Para ello deben priorizarse aquellos mecanismos de generación de empleo que conlleven una mejora de la calidad del empleo y que favorezcan a ciertos grupos, especialmente los trabajadores menos calificados.

Modificar la tendencia actual no solo es funcional al objetivo de mejorar el bienestar de los trabajadores sino también al de facilitar el crecimiento de la productividad.

Las políticas de carácter más activo, como los subsidios al empleo privado y los programas de generación directa en el sector público, así como los entrenamientos y capacitación, también deben estar destinadas a mejorar la posibilidad de que los grupos más postergados obtengan empleo. En este sentido es preciso desarrollar estrategias de reescolarización en el sistema educativo formal de los desocupados con formación inferior al secundario completo, orientadas a la inserción ocupacional. La institución educación en su génesis ha sido un espacio de democratización y justicia social consagrada desde la legislación como “educación libre y gratuita para todos”.

Es necesario instituir un amplio seguro de desocupación y medidas de apoyo directo que aseguren a la población acceso a la educación, la salud y, en general, a la satisfacción de sus necesidades básicas. Se propone avanzar hacia la universalización de la seguridad social estableciendo beneficios sociales derivados de la noción de derechos ciudadanos independientes del recorrido laboral de los individuos.

El desarrollo, en su mínima expresión, es asegurar condiciones para el mejoramiento de la calidad de vida; el desarrollo no debe actuar en detrimento de la dignidad de las personas por el contrario debe potenciarla y asegurar la trascendencia que le posibilitará al sujeto proyectarse en el tiempo y el espacio atento al fin último.

La realidad latinoamericana, como consecuencia de la dicotomía entre desarrollo y justicia,  presenta profundos contrastes: los avances tecnológicos y los procesos de democratización conviven con exclusión, desnutrición, inequidad y polarización social. La conjugación de estos factores pone en riesgo las posibilidades de un crecimiento económico sostenido y la gobernabilidad democrática.

América Latina es hoy una de las regiones con más inequidad del mundo, donde se da un economisismo unilateral ajeno a los efectos sociales. El desarrollo económico y social marchan en sentido inverso y así los índices de pobreza siguen siendo adversos y la distribución de los ingresos es todavía la más desigual del mundo. A niveles mundiales no se atiende a la demanda de la mayoría sino a las posibilidades de unos pocos, no se descubren las necesidades básicas sino los caprichos refinados.

            El fenómeno es creciente de manera devoradora, alcanzando niveles impensables al punto tal de crear nuevas categorías sociales como los nuevos pobres; nunca antes en la historia se apreció un resquebrajamiento de la estructura social tan abruptamente como ahora se observa el deterioro de los niveles de consumo en amplios sectores de clase media, el dolor de la degradación creciente de las mayorías y la violencia incontenible por la insolidaridad de las elites, preocupadas solo por construir y salvar islotes de modernidad transnacionalizados.

            Vemos que en las últimas décadas la situación de marginalidad y exclusión se ha extendido a núcleos crecientes de población. Se constituye un círculo perverso de carencias que se va retroalimentando y fortaleciendo, círculo que da lugar a un modelo reproductor de pobreza, privaciones y finalmente degradación brutal de la calidad de vida[9], en palabras de Robert Castel de la “Vulnerabilidad a la exclusión”. En estas circunstancias la Justicia Social es solo una práctica discursiva, lejos se está de su concreción.

Por ello para que el Desarrollo Económico sea sinónimo de Justicia Social, en lo inmediato es preciso promover actividades empleo –intensivas y socialmente deseables; entre otras, la consolidación de espacios diferenciados- conforme a las necesidades diagnosticadas- para los sectores de menores ingresos y el refuerzo de la infraestructura básica, las que, al mismo tiempo, Contribuirán a sentar las bases físicas de un nuevo dinamismo socio- económico.

Simultáneamente se deben promover oportunidades de empleo en los servicios a la familia, como por ejemplo, la ampliación de los sistemas de cuidado infantil, cuidado domiciliario de ancianos, promoción de salud en terreno y otras actividades comunitariamente relevantes.

Esto incluye la realización de obras significativas para mejorar las condiciones de vida en los municipios del país y la de obras de infraestructura económica que coadyuven a la integración regional.

Se debe establecer un seguro de empleo y formación para los desocupado,  medidas de promoción y cuidado social necesarias y convenientes para terminar con el drama inaceptable del hambre y la marginación.

Estas medidas requieren una reformulación del sistema financiero local y la disponibilidad de mayores recursos fiscales que se deberán generar mediante las medidas propuestas. En el mismo eje de la reformulación aparece el rediseño de los planes sociales y su operativa de gestión la que se ha de convertir en dinámica con una concentración de beneficiarios y organismos ejecutores los que en su presente descentralizado se convierten en cuasi obsoletos por la falta de operatividad, aumentando el presupuesto de ejecución y reduciendo la capacidad de respuesta en los sectores beneficiarios.

“Hemos transitado desde una óptica en que tendíamos a ver el crecimiento y la justicia social como dos ámbitos separados, hacia un enfoque integrado que persigue abordar la transformación productiva y la equidad de manera simultanea”[10]

Desarrollo y Justicia  ---   Rol del Estado

Los actuales modelos de gobierno han entendido el desarrollo como ajuste económico, comenzado desde 1983 con el regreso de la vida democrática al país, pasando por las reformas de la era Menemista y continuando con el gobierno electo en 1999. Para el caso vale señalar la reforma administrativa del Estado que en cuanto al número de agentes de la administración nacional y empresas públicas paso de 954.649 en 1983 a 436.693 en 2000[11]. En 1983 la relación entre empleo público y la población total del país era de 1 agente por cada 16 habitantes en 1999 la relación es 1 a 21[12], pese a ello no se advierten mejoras, lo que significa que en el camino a la Justicia Social el desarrollo se presenta como “algo más que ajuste, es algo más que presupuestos equilibrados y gestión fiscal, es algo mas que educación y salud, es algo más que soluciones tecnocráticas. El desarrollo consiste en aplicar políticas macroeconómicas acertadas, es cierto, pero también consiste en construir carreteras, potenciar a las personas, redactar leyes, reconocer la contribución de la mujer, eliminar la corrupción, educar a las niñas; el desarrollo consiste en integrar todos los componentes, reunirlos y armonizarlos”[13]

La falta de Justicia Social, que se  manifiesta en el drama de la inequidad en la distribución de las riquezas, ha dado lugar a la exclusión que es el “final de un recorrido hacia una marginalidad profunda”[14] que afecta a individuos que no son exactamente marginales sino que están en peligro, que son inestables, frágiles y que corren el riesgo de caer en la zona de exclusión o cuasi exclusión que presenta la marginalidad profunda. En todo proceso de exclusión subyace un factor económico detonante que pone de relieve una situación que no solo se refleja en la falta de ingresos sino también en la imposibilidad de reproducción social que toda persona lleva consigo de manera implícita; la falta de reproducción social se pone de manifiesto en la imposibilidad de acceder a la educación, recreación, imposibilidad de aumentar el capital social; a su vez en el plano psíquico del sujeto la imposibilidad de pensar, repensar y cuestionar su situación y descubrir la necesidad de movilizarse frente a ella.

En el Desarrollo económico el Estado es el encargado de generar acciones que no actúen en detrimento de la Justicia Social sino que revitalice su posicionamiento en la agenda de las decisiones políticas. De no ser así Justicia Social será sola una práctica discursiva y lejos estará de ser una realidad.

Pese a todo es necesario tener en claro que el Estado  a pesar de su creciente descrédito y del virtual desmantelamiento a que lo ha sometido la embestida neo- conservadora, sigue siendo la máxima instancia de articulación social.

Es necesario lograr un mejor Estado, tecnológica y culturalmente más avanzado, que contemple el fortalecimiento de aquellas instituciones y programas que promuevan nuevos equilibrios en los planos de la redistribución del ingreso y el poder social y que priorice los necesarios cambios, incluyendo mecanismos de participación ciudadana en los distintos niveles, en el marco de un replanteo del rol y la agenda del Estado, así como de sus relaciones con la sociedad civil.

Les reformas hacia adentro del estado deben implantar nuevas tecnologías de gestión y transformar las pautas vigentes, para lo cual requieren la firme voluntad política de quienes lo conducen.

En lo relativo a la promoción del desarrollo, el papel preponderante cumplido por el Estado como productor de bienes y servicios, como responsable principal del avance científico y tecnológico, como regulador del mercado laboral, como constructor de la infraestructura material o como interventor del comercio, se ha producido un abandono de estas funciones por lo que en tal sentido el Estado debe redefinir este rol, con las modalidades que resulten más conducentes para los objetivos acordados.

En cuanto a las funciones relativas al bienestar de la población –salud, educación, previsión social, vivienda- urge que el Estado reasuma su responsabilidad en estos aspectos indelegables, fortaleciendo sus principales instituciones y con el claro convencimiento de que un Estado débil es incapaz de asumir el irrenunciable papel que le corresponde como articulador social y orientador de la dinámica y dirección global de la sociedad, estableciendo nuevos equilibrios en las relaciones de denominación social y política.

Ante esta reforma estructural del Estado, el replanteo frente a las funciones indelegables de asistencia alimentaria, abrigo y educación, se platea también la redefinición de los tradicionales objetivos en los que encontraba su razón de ser.

Frente a esta realidad la dimensión comunitaria se presenta como  el espacio más favorable para la generación de propuestas que tiendan a la justicia social, a la vez que posibilita un movimiento sinérgico de participación social.

 

Conclusión

La reducción del desarrollo a desarrollo económico ha traído un vaciamiento de los sistemas públicos universalistas que hace que las políticas sociales tiendan a reestructurarse en función de criterios de privatización y descentralización que termina por descargar al Estado de las responsabilidades relacionadas con el bienestar de los ciudadanos, las políticas son discontinuas, con intereses clientelísticos. No todos pueden acceder a las políticas privadas y por lo tanto continua retroalimentandose el círculo de la exclusión.

La reducción de los recursos básicos destinados a la salud, la educación, la comunicación elemental, la vida, se denuncia y rebela en el propio corazón, en la familia, en el barrio, en la provincia, en el país, en el continente y en el mundo y se traduce en una pseudo democracia que nos permite votar pero controladamente.

Todo consiste en verle sentido al esfuerzo. Y eso sucede cuando uno no es la víctima de manejos ajenos sino el sujeto organizador de un proyecto con sentido. Es decir mientras los lideres no reconozcan a los pueblos y su gente, su estatuto de personas conscientes, dignas que poseen una idiosincrasia, cultura propia  y mientras los mismos pueblos no reconozcan su propia valía, que se estimen a sí mimos en medio de sus insuficiencias y mientras este reconocimiento no desemboque en organizaciones de base con creciente capacitación, no será viable un horizonte. Reconocer esta realidad significa reconocer a los pueblos como sujetos históricos y que los pueblos se reconozcan a sí mimos. Y que los distintos sujetos históricos nos compongamos en un verdadero cuerpo social.

Reconocer la existencia de un cuerpo social es darle lugar a los actores sociales, a los que entendemos como todos aquellos agentes que en el campo político, económico, social y cultural son portadores de propuestas que tienden a capitalizar mejor las potencialidades locales. Es fundamental aquí el termino capitalizar. En efecto se trata de buscar un mayor aprovechamiento de los recursos, pero destacando la calidad de los procesos en términos de equilibrios naturales y sociales.

Es entonces el Desarrollo Económico sinónimo de Justicia Social en la medida que produzca una “efectiva complementación entre los procesos globales y procesos micro espaciales sin que se produzca la cooptación de lo micro por lo macro. Esta complementariedad se entiende acompañada, además, de una complementariedad horizontal entre los diversos micro- espacio, a fin de estimular el potenciamiento recíproco entre procesos de identidad socio cultural, de autonomía política y de auto dependencia económica”.

            Mediante el desarrollo económico en el espacio comunitario, como la micro expresión de lo popular y lo social, se ha de impulsar la economía solidaria que da lugar a un proceso de auto dependencia capaz de fomentar la participación en las decisiones, la creatividad social, la autonomía política, la justa distribución de la riqueza y la tolerancia frente a la diversidad de actores involucrados. Esta autodepedencia es conciliar la promoción desde fuera con las iniciativas desde dentro. Es procurar una complementación entre los procesos globales y los procesos micro espaciales entendiendo una complementariedad vertical acompañada de una horizontal a fin de estimular el potenciamiento reciproco de la solidaridad y ayuda comunitaria. La economía solidaria es productividad posibilitando a las personas aumentar su producción y participación plena en los procesos de generación de ingresos. Es también equidad en tanto las personas tienen acceso a la igualdad de oportunidades eliminando las barreras que obstaculizan las oportunidades económicas y políticas. Genera sostenibilidad asegurando el acceso a las oportunidades no solo para las generaciones actuales, sino también para las futuras, apoyándose todos los capitales intervinientes –humano, físico y medioambiental- y por último produce potenciación ya que es efectuado por las personas y no solo para ellas por lo que participan plenamente en las decisiones y procesos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bibliografía

 

 

 

 

  1. Arozena José, “Desarrollo Local, un desafío contemporáneo”, Nueva Sociedad, Caracas,  1995
  2. Burin David y Heras Ana Inés compiladores, “Desarrollo Local”, Ediciones Ciccus, Colección Signo, 200.
  3. Calcagno Alfredo y Calcagno Eric, “Disolver la Deuda Externa”, L’ Monde Diplomatique, N° 50, Agosto de 2003.
  4. García Canclini, “Consumidores y ciudadanos – conflictos multiculturales-“, México, Grijalbo, 1995.
  5. González Ruiz José María, “Pobreza Evangélica y Promoción Humana”, Editorial Nova Terra, Barcelona, 1967.
  6. Guber Rosana, "El salvaje Metropolitano", Editorial Legasa, Buenos Aires, 1991.
  7. Herskovits Melville, "El hombre y sus obras", Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1987.
  8. Klisberg Bernardo, “Pobreza, un tema impostergable”, FCE, México, 1993.
  9. "La pobreza en las grandes ciudades", Biblioteca SALVAT de grandes Temas, Editores SALVAT S.A., Barcelona 2000.
  10. "La economía mundial", Ídem anterior
  11. Londoño Alejandro, "Dinámica de la Concientización", colección Hagamos al Hombre, Ediciones Paulinas, Bogota, Junio de 1974.
  12. OslaK, “Estado y Sociedad –nuevas reglas de juego”, Reforma y Democracia, revista del CLAD N° 9, Caracas, Octubre 1997.

 

 

 

 

 



[1] Expresión de Gino Germani

[2] Entendida como el motor de la acción de los hombres en su práctica cotidiana de la supervivencia

[3] Entiendo matriz de aprendizaje desde la perspectiva de Ana Quiroga –en su libro Enfoque y Perspectivas en Psicología Social- quien la define como: “la modalidad con la que cada sujeto organiza y significa el universo de conocimiento. Es una estructura compleja que incluye no solo aspectos conceptuales sino también emocionales, afectivos y esquemas de acción. No constituye una estructura cerrada, sino una estructura en movimiento”

[4] Sujeto- sujeto es la dimensión mas plena de participación de la persona traducida en el compromiso con la tarea social de su existencia en una preocupación reflexiva en cuanto a sus procesos internos y a su relación con el resto de la sociedad.

   Sujeto- objeto es una configuración de la persona desde el apego a lo instituido y normado entablando una relación estática con el mundo que lo rodea.

[5] Acosta Oscar, “Globalización –entre especificidad y comunión”, ponencia, I Jornadas Nacionales de Derecho Natural, UCC, San Luis, Junio 2001

[6] Emilio Tenti Fanfani- Susana Lumi, "La mano izquierda del Estado, la asistencia social según los beneficiarios", ED. CIEPP. 1993.

[7] Víctor Giorgis, "Participación Popular", Revista Cultura y Sociedad N°2.

 

[8] Manfred Max Neef y otros, "Desarrollo a escala humana" (una opción para el futuro), CEPAUR, Fundación Hammarskjöld, 1986.

 

[9] Bernardo Kliskberg, "Pobreza, el drama cotidiano" (Claves para una nueva gerencia social eficiente), CLAD Tesis, 1995.

[10] Rosenthal  “¿Qué piensa la CEPAL?”, 1998

[11] Datos obtenidos sobre la base de Anuarios Estadísticos del INDEC

[12] Datos obtenidos sobre la base de estadísticas de CLAD 2003.

[13] James Wolfenson, presidente del Banco Mundial, octubre de 1998.

[14] Robert Castel, trad. Lic. María José Acevedo, Revista TOPIA.